Hoy comienza la Cuaresma, tiempo de preparación para la celebración de los misterios Pascuales. Jesús entrega su vida en la cruz y al tercer día: ¡resucita! La Iglesia nos invita a estar preparados para tan gran fiesta con un “largo tiempo” – sentido bíblico del número “40”; en el que con ayuno, limosna y oración vayamos disponiendo el corazón a Dios. Ayuno de todas aquellas acciones y conductas que nos alejan del buen camino; Limosna que se traduce en acciones y gestos de caridad que fomentan la fraternidad y buscan el bien común; Oración para hablar y escuchar a Dios de forma más frecuente y constante. Practicas cuaresmales que deben estar directamente relacionadas con la “enfermedad” que más nos afecta. Estar enfermo es no estar a la altura de la vocación humana a la que hemos sido llamados; es no encontrar las fuerzas ni los medios necesarios para hacer el bien; es sufrir y padecer – o hacer que otros padezcan – a causa de un apego desordenado a ciertos bienes.
Con la imposición de las cenizas en la frente, se nos recuerda nuestra condición frágil y limitada, nuestra humanidad necesitada de la gracia de Dios para poder ser plenamente felices, ser capaces de elegir siempre el bien mayor y alcanzar de su mano: la salvación.
¡A caminar pues, sabiendo que Jesús camina siempre a nuestro lado!
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