La pregunta nos las hacemos diariamente. ¿Quién es Jesús? Nos persigue esta persona. La vemos todos los días en nuestros hogares, durante toda la historia en castillos, canciones, poemas, iglesias. ¿Quién es este señor que tanto el pueblo pregona? Pues conocemos ciertos aspectos de un tal Jesús gracias a los historiadores de los primeros siglos como Josefo. Se conoce que era un hombre. Y al ser hombre se le atribuye el poder sentir dolor, el hambre, utilizaba ropa, tenía amistades. En resumen, contaba con todas las características de un hombre del siglo 21. Contaba con tus mismas características, lector de este mensaje. No obstante, la Biblia dicta que nunca cometió un pecado. Aquí comienza la separación de Jesús de los hombres. Si se escribe de cada uno de nosotros en un libro y se pone que nunca hemos hecho un pecado probablemente sea una completa falacia. TODOS LOS HUMANOS son pecadores.
Hasta el Santo Pontífice es pecador. Sin embargo, Jesús sí fue tentado. Todas las tentaciones que nosotros sufrimos a diario Él las sufrió y sobrepasó. Él era humano, exactamente como todos nosotros. Sin embargo, era más que eso. Reclamó que era el Hijo único de Dios. El Hijo encarnado. La Palabra hecha carne. Una Palabra que existía antes del tiempo con la bondad del Padre. Mas Jesús no comenzó con su nacimiento en Belén, sino que Él siempre existió. Jesús es la encarnación. El hecho de reclamarse con Dios lo llevó a la pasión y muerte a manos del pueblo. Empero, ¿lo era? ¿Era verdad lo que reclamaba este Jesús? En la Biblia, Jesús le pregunta a Simón Pedro que él pensaba de Jesús. Pedro le responde: “Tú eres el Mesías”’; mientras que Jesús le responde: “Esos no son tus pensamientos, sino que provienen de Dios.” Aquel que verdaderamente se fuese a llamar cristiano tiene la obligación de aceptar a Cristo como su Dios. Aquel que no lo acepte, no viva con Él, su vida no sea transformada por Él, no es cristiano. Él no era una persona de admiración, no era un rebelde, no era un soldado, era Dios. Un Dios de ética, con todas sus parábolas y enseñanzas que hasta el día de hoy no las entendemos. Pero, sobre todo, era un Dios de amor. Este amor se subdivide en el perdón. Enseñó a que debemos perdonar aquel que nos ofenda 70 veces 7. (70 * 7= 490). Perdonar sin rencor aquel que nos ha ofendido. Ningún hombre ha tenido la bondad, el amor y la ética para poder perdonar al pecador 70 veces 7. Ningún hombre ha podido perdonar aquella persona que lo clava a un canto de madera con la esperanza de matarlo. Ninguno perdona 70 veces 7 aquel que lo ofenda. Y Jesús igualmente nos enseña que Dios no nos juzga por nuestras acciones, sino al igual que los aztecas, nos juzga por el corazón.
¿Cuántas personas verdaderamente tienen un corazón limpio para Dios? Jesús comenta: “Moisés les dio los 10 Mandamientos. Cuando les dijo no maten, yo les aseguro que todo aquel que tenga odio en su corazón, ya ha cometido el asesinato más grave.” Lo mismo dijo con el adulterio “todo aquel que ansíe a una mujer, ya ha cometido adulterio en su corazón.” Tomó la ética humana y la colocó en la vara más alta que Él vivía. Lo malo del mundo sale del corazón humano y por eso dijo Cristo que debemos renacer en la esperanza y buscar la conversión para poder cambiar la sociedad. ¿Es verdaderamente Jesús quién dice que es? A la hora de su juicio se le impusieron solamente tres cargos, amar al pecador (hecho que ningún profeta cometió en su vida), curar en el día de Sabbath y proclamar que era el Hijo de Dios. Tenía autoridad sobre la naturaleza cuando tranquilizó al mar y al viento en una tormenta que enfrentaba en el mar de Galilea con sus apóstoles. Que hay más impresionante que poder calmar una tormenta con decirle “Calmad” y que la naturaleza le rinda reverencia. Tenía autoridad sobre la naturaleza. También autoridad sobre la muerte. Muchos presidentes y líderes de países intentan acabar con todas las enfermedades, pero el único que pudo vencer la muerte fue Jesús. Permitió que el ciego pudiese ver. Le enseñó al mudo hablar. La Biblia cuenta que tenía autoridad sobre los demonios. Los podía expulsar de los cuerpos endemoniados y sanar al ser humano. Y todo para morir horriblemente en una cruz. Hasta los soldados romanos que lo crucificaron al final aceptaron que era el Hijo de Dios. El hecho de imaginarse a un hombre desgarrado en piel, sangrando por las cienes con una corona de espinas, latigado, cansado, con dolor, le conmueve el corazón a cualquiera. Pero es la mejor prueba de que era humano. El no salvarse con el poder de ángeles lo hizo humano. El esperar su resurrección lo comprueba. Su última palabra “está culminado” resuena en la cabeza de todos. ¿Qué está culminado? Pues el plan de Dios de la Salvación. Gracias a esa muerte de Cristo es que nos llega la Salvación. El hecho de que Jesús permaneciera en esa cruz hace que se termine el plan de Dios. Tres días después, Jesús vuelve a vivir. Sin esa vida, no hay Evangelio.
¡JESÚS ESTÁ VIVO! Y sin esa resurrección no hay un cristiano. Jesús sigue cambiando vidas a diario. Te la puede cambiar a ti, lector. Te puede sanar de tus demonios y de tus pecados. Es la satisfacción de estar con Cristo. Es la satisfacción de determinar que Cristo era el verdadero Hijo de Dios por el hecho de la transformación de vidas en su nombre. Y la fe nos lleva a la salvación. Salvados por el amor y por la bondad de una nueva vida con Cristo a nuestra mano. De ser perdonados por todo lo que hacemos, con la esperanza de vivir nuevamente en gloria. Sea uno católico, protestante, bautista, judío, hinduista, budista o ateo, lo importante es aceptar al Cristo en sus vidas, transformarlas y cambiar el mundo para el bien. Necesitamos del amor.
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