¿Por qué escogió trabajar en el Colegio San Ignacio?
Desde mi tiempo como estudiante en el Colegio, siempre tuve un deseo por enseñar allí. Miraba a mis maestros como héroes y luminarias intelectuales, convirtiéndolos en mis héroes. Lo hice mi meta comenzar mi carrera como educador en sus aulas. Por obra divina, se me dió este espacio donde he tenido el honor de enseñar religión a estudiantes de undécimo grado.
¿Qué lo motiva a ser maestro?
El deseo de compartir experiencias y conocimiento, y poner las mismas a la prueba con el intelecto de los estudiantes que en el colegio estudian. A parte de eso, tengo una adicción con la reacción que los estudiantes se llevan cuando digo detalles curiosos y “fun facts” de todo tipo de tema.
¿Qué quiere que sus estudiantes sean capaces de hacer cuando terminen su clase?
A través de mi curso, espero que mis estudiantes sepan navegar el mundo de las normas y doctrinas relevantes al cristianismo y que sepan pensar y discernir como católicos. Que conozcan qué normas, y concepciones morales rigen la religión que profesan para así poder pensar y actuar de acuerdo a los mismos. Además, pretendo que mis estudiantes puedan identificar los orígenes de todas estas normativas para contextualizar su religión de forma ecuménica en el mundo donde se encuentra.
En su opinión, ¿Qué hace a su clase diferente?
Mi clase posee un acercamiento global y universalista donde se tocan todo tipo de temas desde historia, sociología, filosofía, economía y política, hasta biólogía, ingeniería, ajedrez, teoría musical, y agricultura entre muchos otros. Mis estudiantes han sabido comenzar una clase hablando sobre la Iliada, la épica de Gilgamesh, los fundamentos de un huerto, estratégias de debate, y la importancia del Nilo para los egipcios del bajo reino, para acabar haciendo un paralelismo con el tema de la teología moral. Además, mientras que otros cursos del tema suponen evangelización, el mío hace de los estudiantes evangelizadores.
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